Los síntomas paroxísticos no son raros en la esclerosis múltiple (EM). Son síntomas típicos y breves, que aparecen de forma súbita y se repiten múltiples veces al día a lo largo de un periodo de tiempo variable, habitualmente días o semanas, para finalmente desaparecer en la mayor parte de los casos. Con frecuencia están desencadenados por movimientos o por estímulos sensitivos y no suelen ser reconocidos como propios de la enfermedad o son incorrectamente diagnosticados de otras patologías, como epilepsia o accidentes isquémicos transitorios.
Dentro de los síntomas paroxísticos, probablemente la neuralgia del trigémino (dolor lancinante facial, muy intenso, repetido, indistinguible de la neuralgia del trigémino de los pacientes que no tienen una EM) es la manifestación más conocida.
Sin embargo, existen otros fenómenos, menos frecuentes y posiblemente infradiagnosticados, como son la disartria y la ataxia paroxística (dificultad para hablar e inestabilidad). Ambas aparecen en los brotes de la enfermedad como un síntoma que persiste días o semanas, y es posible que a lo largo de la evolución queden como secuelas. No obstante, algunos pacientes tienen episodios breves, de menos de 20 segundos de duración, en los que la dificultad para hablar viene acompañada con frecuencia de inestabilidad súbita que puede llegar a provocar caídas. Entre dichos episodios, los pacientes no tienen las alteraciones anteriormente descritas.
También pueden aparecer espasmos tónicos, habitualmente desencadenados por movimientos, que suelen ser precedidos de una sensación de quemazón o de hormigueo en una extremidad seguida de una contracción de un miembro, que rápidamente se extiende a todo el hemicuerpo. Como todos ellos, su duración es escasa, menos de un par de minutos, pero se suelen repetir múltiples veces al día. Con cierta frecuencia se pueden confundir con crisis epilépticas motoras.
Otros fenómenos existentes son los episodios breves y repetidos de parestesias (sensaciones habitualmente desagradables afectando a una extremidad); los de picor intenso en una extremidad o en el tronco; los de diplopía (visión doble), que dura unos minutos y desaparece; o los de imposibilidad para mover una extremidad.
Es muy habitual que los fenómenos paroxísticos resulten extraños para el paciente que, con frecuencia, no los relata. De todos modos, es importante tenerlos en cuenta puesto que afectan de forma significativa a la calidad de vida de las personas; además, la gran mayoría responden bien a los tratamientos sintomáticos. Aparte, un incorrecto diagnóstico puede llevar a realizar pruebas innecesarias y usar tratamientos ineficaces.
Finalmente, hay que tener en cuenta que pueden ser indicadores de una actividad de la enfermedad que sea necesario controlar.
Dr. Javier Mallada. Servicios de Neurología. Hospital General Universitario Virgen de la Salud de Elda. Alicante. Octubre 2012
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