La disartria es un trastorno del habla que afecta a un 25% a 55% de los pacientes con esclerosis múltiple (EM). Se caracteriza por una articulación imprecisa de las palabras, anormalidades en la voz (tanto en la velocidad como en la calidad del habla) y fatiga vocal. En resumen, la persona con EM tiene dificultad para decir las palabras debido a los problemas con los músculos que le ayudan a hablar.
Dependiendo de su causa, la disartria se puede desarrollar de manera lenta u ocurrir repentinamente.
La causa de la disartria es la debilidad o la falta de coordinación en los músculos que se utilizan al hablar. Estos músculos pueden estar solo debilitados o completamente paralizados.
También puede ser debida a que sea difícil que los músculos trabajen juntos. Hablar implica una interacción compleja y la coordinación de varias partes del cuerpo, como los pulmones, el diafragma, las cuerdas vocales, los labios, la lengua y la cavidad nasal. Los daños causados por la EM a cualquiera de estos elementos pueden tener un efecto en el habla.
En la consulta, lo que el paciente refiere es, por ejemplo, “noto que mi voz es más débil que antes, y algunas personas piensan que estoy borracho cuando hablo porque lo hago muy lentamente y me cuesta mucho trabajo pronunciar palabras difíciles”.
Las personas con disartria tienen problemas para producir ciertos sonidos o palabras. La pronunciación es mala (como si enredaran las palabras) y el ritmo o velocidad de su habla cambia. Otros síntomas que pueden ocurrir son el hablar en susurros o como murmurando o hablar con voz nasal o congestionada, ronca o forzada.
Una persona con disartria también puede babear y tener problemas asociados para masticar o deglutir. Las causas son las mismas.
Para diagnosticar la disartria, el médico hará una historia clínica (a veces con ayuda de la familia) y explorará al paciente. Posteriormente, es posible que se realice un análisis de sangre y una laringoscopia (prueba para ver la laringe a través de un aparato que se introduce por la boca y la garganta). Otras pruebas que se pueden realizar son pruebas radiológicas de imagen, pruebas de deglución con contraste y estudios de conducción nerviosa y electromiografía.
Es importante consultar a un profesional para que detecte y valore las capacidades del sujeto y, conjuntamente con el paciente, busquen estrategias útiles para mejorar la comunicación, teniendo en cuenta las habilidades, necesidades y el entorno del afectado.
La intervención temprana del logopeda es muy importante. Existen ejercicios y estrategias dirigidos a mejorar la naturalidad e inteligibilidad del habla. El paciente puede hacer pausas al hablar, repetir la palabra o decir lo que pretende de otra manera, prestando atención a la entonación y a la expresión no verbal. En este caso, también es muy importante que el interlocutor sea consciente de los obstáculos a los que se enfrenta la persona afectada de EM y respete el tiempo que este proceso conlleva, que no tenga prisa.
Algunas estrategias generales consisten en:
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Cuando se presentan dificultades en el habla es fundamental una correcta postura y colocación del cuerpo, estar relajado y respirar adecuadamente.
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Se debe evitar conversar cuando se esté cansado. Cuando se hable, hacerlo lentamente, en un ambiente silencioso y relajado, sin prisas, usando una voz más fuerte y con pausas para verificar que los demás le entiendan.
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Si el paciente tiene dificultades con una palabra, puede intentar visualizarla o asociarla a un significado, a un lugar o a una sensación.
La comunicación también puede verse alterada por la falta de motivación. Una actitud de aceptación de las dificultades y de conciencia del potencial de cada uno favorece el hecho de sobrellevar los trastornos de comunicación.
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